«No importa cuánto ganes, si sigues pensando igual, seguirás debiendo igual.»
Con esta frase quiero empezar, para hablarte de los pensamientos que te mantienen endeudado, según mi punto de vista y basado en lo poco que sé.
La deuda no siempre es el problema principal en la vida de una persona. Más bien, lo son los patrones emocionales y mentales que se siguen.
A menudo, y es normal, nosotros repetimos las cosas que vemos. Mi intención no es culparte por lo que eres hasta ahora. Según mis datos, la mayoría de la población tiene problemas económicos y, como hemos hablado antes, esto no importa el país.
La queja siempre es la misma:
- «El sueldo no alcanza».
- «No se puede comprar una casa».
- «Los alimentos suben de precio cada día más».
Y la raíz de todo esto, querido lector, en una gran parte de los casos, se debe únicamente a la forma en que pensamos.
¿O crees que es casualidad que mi pilar principal en la filosofía de «Finanzas con Libertad» es la mentalidad financiera? ¿Aún lo crees?
¿Qué vas a leer?
La deuda es un síntoma, no la enfermedad
Algo que quiero que te quede claro al leerme hoy es que la deuda, como tal, es un síntoma. No es, ni de lejos, la enfermedad.
Muchos de nosotros podemos pensar: «es que tengo muchas deudas». Pero lo que realmente debemos evaluar es: ¿cómo llegamos a tener tanta deuda?
La realidad de cada uno es diferente, eso es cierto. Pero ojalá hagas este ejercicio: ¿por qué hay personas que, con menos oportunidades que tú y que yo, logran muchas más cosas? ¿Tienen a un ser divino detrás de ellos o bien podría ser que han elegido pensar de una forma diferente?
Detrás del sobreendeudamiento hay emociones, sesgos mentales y creencias. Pero, sobre todo, hay mucha ignorancia.

¿O crees que es casualidad que haya personas que demonizan a las instituciones bancarias, mientras otros las vemos como herramientas y les sacamos mucho provecho? La diferencia se debe, principalmente, a la educación financiera que tenga cada persona.
Escenario 1: Una persona que a sus 18 años recibió una tarjeta de crédito, gastó a lo loco creyendo que era dinero gratis y, al cabo de un año, terminó con una deuda más grande que su vida. Si le preguntas sobre las tarjetas y los bancos, probablemente te hable de un sistema que lo quiere pobre y de que fue una trampa. Una mentalidad de víctima. ¿Me sigues?
Escenario 2: Hay otro escenario, donde yo me encuentro. Recibí mi tarjeta a temprana edad porque yo la fui a buscar. Mi lógica en todo momento me decía que no era dinero gratis y que debía utilizarla con responsabilidad. Me ha ayudado y me sigue ayudando en diferentes áreas de mi vida. Para mí, como siempre digo, son la octava maravilla.
En ambos escenarios, a veces quienes tuvieron la peor experiencia incluso tuvieron más oportunidades iniciales. ¿Cómo se explica que otros, que tienen que crear todo desde cero, logren mejores cosas?
Si me he explicado bien, creo que ya sabes por dónde van los tiros.
Pretendo que descubramos juntos los hábitos mentales más comunes que te sabotean en la búsqueda de «Finanzas con Libertad».
El enemigo invisible: tu mente y la deuda
No puedes tener una vida financiera nueva con la misma mentalidad vieja.
Nuestra mente, nos guste o no, es la matriz de donde salen nuestros sesgos (y todos los tenemos) y nuestras emociones.
Y si a esto le sumamos la ignorancia —es decir, no tener educación financiera básica como saber qué es la inflación o cómo hacer un presupuesto—, el resultado es predecible.
Dato: En Latinoamérica, el 72 % de los consumidores usa el crédito para compras no planificadas (Statista, 2024).
Nuestros pensamientos automáticos, a menudo irracionales, y nuestras emociones guían nuestra conducta.

Comprar algo al pasar por una tienda solo porque nos gusta, sin analizar previamente si nos lo podemos permitir, es definitivamente comprar por impulso.
Hay frases lapidarias en la sociedad de hoy:
- «Porque puedo y me lo merezco».
- «Dios proveerá».
- «Mañana vemos».
- «Uno solo vive una vez».
Todas evocan esa gratificación inmediata. Decidimos no pensar para sentir ese placer de comprar, que por cierto, es algo natural.
Luego de esas compras impulsivas, no planificadas y a menudo emocionales, viene la culpa, que nos causa un estrés enorme.
Y si te fijas, todo se conecta. Todos los caminos conducen a Roma, es decir, a la mente.
¿Cuándo tenga más dinero, seguro estaré mejor?
Esto es algo tramposo de pensar.
Si bien no quiero romantizar la pobreza, porque ciertamente hay personas que simplemente sobreviven, hay una gran cantidad de gente que vive el día a día por una cuestión de hábitos e ignorancia.
Por eso es muy común pensar: «¡Hey, Daury! Lo que yo tengo es un problema de falta de ingresos. Cuando gane más, estaré mejor».
Pero, ¿adivina qué pasa en estos casos, querido lector?
Un informe del Banco Mundial (2023) indica que el sobreendeudamiento crónico afecta más a quienes tienen baja alfabetización emocional y financiera, no necesariamente bajos ingresos.
Digamos que Luis, que ganaba 400 dólares al mes, pasa a ganar 600. Resulta y acontece que Luis, quien gestionaba mal sus 400 dólares, ahora que tiene 600, hace exactamente lo mismo.
- Compra cosas porque «puede y se lo merece».
- Siente que «debe» vivir mejor y adquiere más «necesidades».
- Vive igualmente de cheque en cheque, a pesar de que gana más.
Este tipo de situaciones, aunque parezcan raras, son la norma.
Una persona que administra bien un solo peso, cuando tenga un millón también lo hará bien. Porque, repito, en gran parte de las ocasiones, se debe a un tema de gestión y de mentalidad, más allá de cuánto ganamos.
Según la American Psychological Association (APA, 2023), el 65% de los adultos asocian el dinero con ansiedad y culpa, lo que influye en decisiones impulsivas.
Los 5 hábitos mentales que perpetúan la deuda
Ahora quiero hablarte sobre aquellos hábitos o pensamientos que hacen de la deuda algo permanente en nuestra vida.
Salir de este tipo de hábitos, que para mí nos mantienen pobres, es algo factible, siempre y cuando apliquemos el esfuerzo y los sacrificios necesarios.
1. «Me lo merezco»
Es el mito del «me lo merezco». Muchas personas utilizan esta frase lapidaria. Y vamos, yo también la he dicho en algún momento.
Sin embargo, traigo a colación un refrán muy famoso:
«De la abundancia del corazón habla la boca.»
Dato: Investigadores de la University of Cambridge demostraron que los hábitos financieros se forman antes de los 7 años y permanecen hasta la adultez sin una intervención consciente.
O sea, es algo que, para bien o para mal, plasmamos en nuestras vidas desde la niñez. Por eso los hijos de los ricos a menudo se mantienen ricos, y los de los pobres, lo contrario.
Sugerencia:
Sí, puedes darte un «gustito». Y sí, puedes decir «me lo merezco», pero con cierto raciocinio, con cierta mesura. No se trata de ir por la vida como si el mañana no existiera.
Lo importante, porque yo también lo hago, es tener conciencia de nuestra situación financiera.
Y entender que tal vez gastar esos 40 o 50 dólares en una salida con amigos pueda esperar un poco más.
Tener prioridades claras ayuda mucho en esto que hablamos.
2. «Ya pagaré después»
Usamos el gasto emocional como una compensación del estrés. Muchos de nosotros recurrimos a ese placer de comprar para liberarnos de tantas cosas en la cabeza. Es una salida, así como lo es el alcohol y otros vicios.
Deberíamos sustituir este tipo de razonamientos por algo como: «Merezco tener estabilidad y puedo gestionar mi ansiedad».
Otra cosa altamente malévola para nuestras finanzas es el famoso «ya pagaré después». Ese «después» se convierte en un círculo vicioso, impulsado por la gratificación instantánea que nos provoca la dopamina.
Sugerencia:
Hay una regla financiera, a menudo poco viable para muchos pero que tiene mucho sentido: si quieres comprar algo, no lo hagas a menos que puedas pagar dos veces por ello.
Yo no soy tan radical ni idealista al respecto.
Lo que yo sí recomiendo encarecidamente, aparte de conocer nuestra situación financiera, es comprar con planificación. Es poco común que una persona que planifica una compra lo haga en detrimento de sus finanzas.
Yo abogo por que compremos las cosas con conciencia.
Si yo sé que un televisor me costará $1,000, y planifico la compra y llego a ahorrar $800 y quiero tomar prestados los $200 restantes, yo creo que es un punto válido. Pero para ello se necesita conciencia y saber «hacer los numeritos».
O, en el mejor de los casos, planificar el ahorro de esa cantidad, ir invirtiéndolo y luego comprar con la tarjeta para ganar los puntos.
Yo he hecho ambas cosas. La mayoría de las veces, reúno el dinero por completo. Pero de vez en cuando, me permito decir «ya pagaré después», pero lo hago de forma consciente y no por el total, sino por una parte, digamos el 20-30 % del valor del producto.
3. «Soy una víctima del sistema»
Si me sigues, sabrás que soy enemigo literal de este pensamiento conspiranoico de que todo es culpa del sistema.
Lo que yo veo frecuentemente son personas para las que «el prójimo siempre es el culpable».
Evidentemente, no quiero tapar el sol con un dedo. Sí hay cosas que hace el Estado en nuestra contra, y hay lugares donde se podría comprender este tipo of pensamiento, como Haití, Venezuela o Gaza.
Pero incluso en esos lugares, hay personas que salen adelante. Te lo dejo de tarea, pero piensa: ¿cómo lo hacen?
En vez de pensar «el sistema está en mi contra», ¿qué tal si nos hablamos mejor? «Bueno, este sistema tiene carencias, pero yo puedo elegir cómo y dónde endeudarme«.

Debemos pensar más en lo que está bajo nuestro control y, a su vez, en nuestra responsabilidad.
Sí, hay ocasiones en donde no hay otra salida que endeudarse. Pero lo que sí puedes hacer en esos casos es trazar un plan para salir de esa espiral.
Por eso detesto este tipo de pensamientos, porque solo ponemos la culpa en alguien más sin centrarnos en lo que realmente podemos hacer.
Sugerencia:
La ignorancia es una enfermedad que se cura con educación. Y te repito, por si no ha quedado claro: todo está relacionado, desde la mente hasta nuestro bolsillo.
Por ende, si mejoramos nuestra capacidad de pensar y nuestro conocimiento, automáticamente vamos a tener mejores finanzas personales.
¿O crees que es casualidad que yo sugiera ir al psicólogo o al psiquiatra para mejorar nuestra relación con el dinero?
La persona que va por la vida creyéndose la víctima del cuento, sin temor a equivocarme, siempre se mantiene rumiando en la pobreza.
Una pobreza que, más que económica, es mental.
4. El gasto pequeño y su impacto en nuestra vida
Por razones normales, y hasta biológicas, no le prestamos la debida atención a los famosos «gastos hormiga». Esos gastos tan pequeños que pasan por debajo del radar.
No es casualidad que yo sugiera la dieta financiera, el presupuesto y el registro de gastos, pues ponen a nuestra disposición un lienzo en blanco donde no hay cabida para esos gastos fantasmas.
A medida que más aprendemos sobre educación financiera, nos damos cuenta de que no se trata tanto de lo que ganamos, sino de cómo gastamos el dinero.
«Son solo 200 pesos más»

«Son solo 200 pesos más» o «solo es una suscripción más». Este tipo de «hábitos» mentales —y otra vez, la mente es la protagonista— son propicios para el despilfarro desmedido de nuestros recursos.
He observado que a algunas personas las llaman de su proveedora de servicios y les dicen: «¡Hola, Sr. Daury! Por 300 pesos más le daremos esto, esto y aquello».
Una persona poco hábil con las finanzas lo ve como un gasto pequeño a cambio de una cantidad «razonable» de beneficios. Pero, ¿realmente son útiles esos beneficios?
Si calculamos, 300 pesos (unos $5 dólares) al mes es algo irrisorio, dependiendo de quién lo vea. ¿Pero qué tal si lo vemos al año? Ya ahí se convierten en 3,600 pesos (unos $60). Si logré comunicar bien lo que significa el coste de oportunidad, sabrás que ese dinero puede servir para otras cosas más beneficiosas.
El caso de las suscripciones
Y ni hablar de las suscripciones. Yo, en particular, pago más de 100 dólares al mes, pero todas tienen una intención.
Sin embargo, a menudo veo personas que pagan por diferentes servicios de streaming al mismo tiempo —Netflix, Amazon Prime, Apple TV, Disney Plus— porque quieren estar a la moda.
Pero, ¿siquiera tienen tiempo para hacerlo?
Una persona promedio está fuera de casa unas 12 horas al día. Le quedan, como máximo, unas 5 horas libres. Si dedica todo ese tiempo al ocio, ¿qué será de las otras áreas de su vida?
Al final, como mucho, tiene 2 horas disponibles al día. Entonces, ¿para qué tener tantos servicios a la vez? ¿Por moda? ¿Por presión social? Analízalo.
Sugerencias:
- Registra tus gastos, por más pequeños que parezcan. Cuando los proyectas en el tiempo, te das cuenta de su verdadero impacto.
- En el caso de las suscripciones, rótalas. Y, además, dedica más tiempo a tu desarrollo personal que al entretenimiento.
No me malinterpretes, por favor. Hay que descansar. Pero, como dicen por ahí, «demasiado al norte se convierte en el sur», haciendo alusión a que el equilibrio es fundamental.
5. El sesgo del “todo o nada”
Vaya, llegamos al punto que une todo. Es un pensamiento altamente agresivo con nosotros mismos que provoca emociones del tipo: «si no lo logro a la perfección, mejor no hago nada».
Y permíteme decirte, yo he estado ahí, así que hablo con conocimiento de causa. Es ese momento en donde buscamos la perfección a la hora de accionar.
Es como esa persona con sobrepeso que dice: «bueno, hoy no pude hacer ejercicios, mejor no hago nada en toda la semana, ya fallé».
O, más cercano a nuestro tema, una persona que empieza a hacer un presupuesto, se le olvida registrar algo un día y dice: «es que no sirvo para esto, mejor no hago nada».
Y así, podría seguir. Amplificamos nuestros fallos de forma desproporcional.
Además, en ambos casos —tanto en el sobrepeso como en los problemas financieros—, queremos solucionar en un par de semanas lo que nos tomó años desarrollar. ¿Me sigues?
Es muy fácil ver a personas que dos meses antes del verano quieren tener un cuerpo de bikini, o que quieren solucionar sus deudas en menos de 6 meses.
Y nada más lejos de la realidad. Aparte del esfuerzo, se necesita un factor fundamental: tiempo.
Creer que no se puede ahorrar si no se puede ahorrar mucho es una limitante.

Cualquier cantidad con la que empieces crecerá. Porque aprenderás a gastar mejor y, por ende, a ahorrar más. Desarrollarás más habilidades y, por ende, tendrás más oportunidades.
Todo se trata de microhábitos. Una casa se construye ladrillo a ladrillo. A veces solo se tiene para empezar un único ladrillo.
Roma no se construyó en un día.
Requerimos tiempo para aprender, para desarrollar habilidades y, por supuesto, para equivocarnos.
Y si te fijas con detenimiento, aquello de que aprendemos de los errores, no de los éxitos, es 100 % verdad.
En el sector de la tecnología, cada vez que me equivoco con algo, es cuando realmente aprendo.
Y en el caso de las finanzas, aunque el haberme equivocado al invertir en una compañía me dolió, también me brindó la perspectiva necesaria para luego ganar más. ¿Me sigues?
Ojalá no tengas que equivocarte demasiado. Porque, aunque la vida te esté dando lecciones, no significa que estés aprendiendo.
Decía Henry Ford, y es algo que intento aplicar:
«Si aprendes de tus errores, eres inteligente. Pero si aprendes de los errores de los demás, eres un genio.»
Hay cosas en las que no tengo que tropezar para saber que podrían ser un error. Vi a muchos familiares y amigos tener hijos a temprana edad o sin planificación. No tuve que tenerlos para saber que eso podría convertirse en un error.
Sugerencias:
- Busca siempre aprender cosas nuevas y reaprender cosas que ya crees como ciertas. El aprendizaje continuo es la mejor barrera contra la ignorancia.
- Entiende que el sesgo del «todo o nada» es una respuesta mental a la baja autoestima, a creencias limitantes y a inseguridades.
Yo opino que siempre hay oportunidad para mejorar, que siempre podemos redirigir el destino de nuestras vidas.
Hace falta más optimismo, más esfuerzo y, sobre todo, más inteligencia emocional para que esto se convierta en realidad.
Pero de poder, todos podemos. Y ojalá que tú logres hacerlo.
Espero hay quedado claro: El verdadero origen de tu deuda no es tu sueldo (es tu mentalidad).
Cómo reprogramar tu mente para salir del ciclo
El cambio duradero no empieza en tu cuenta bancaria, sino en tu cabeza. No puedes tener una vida financiera nueva con la misma mentalidad vieja. Para salir del ciclo de la deuda, necesitas introducir micro-hábitos que, poco a poco, transformen tu relación con el dinero.
Habla contigo mismo, pero de otra manera
Empieza con un autodiálogo financiero consciente. En lugar de juzgarte con frases como «otra vez gasté de más», háblate como lo haría un buen amigo: «¿Qué emoción me llevó a esta compra? ¿Qué puedo aprender de esto?».
No eres tu error; eres la persona que aprende de él.

Celébrate los pequeños triunfos, utiliza reforzadores positivos. Cada vez que logres una pequeña victoria —no comprar ese café, pagar un peso extra a tu deuda o simplemente registrar tus gastos—, anótalo. Celébralo.
Estos pequeños triunfos construyen la confianza que necesitas para seguir adelante.
Entiende que gastar no es felicidad
Finalmente, practica el desapego emocional del dinero. Empieza a entender que gastar no siempre equivale a felicidad. A menudo, es solo un alivio momentáneo.
Para ayudarte, usa esta técnica práctica antes de cada compra no esencial:
“Antes de comprar algo, pregúntate: ¿esto resuelve un problema real o está llenando un vacío emocional?”
Esta simple pausa tiene el poder de transformar un impulso en una decisión consciente.
El nuevo paradigma: finanzas con libertad:
Aquí es donde todo converge en mi filosofía central: Finanzas con Libertad.
No se trata de prohibirte gastar ni de vivir con una mentalidad de escasez. Se trata de gastar conscientemente, de alinear cada peso que sale de tu bolsillo con la vida que realmente quieres.
Es entender que la verdadera riqueza no está en acumular millones, sino en tener el control.
“Tu meta no es ser millonario, es ser dueño de tus decisiones.”
Cuando dejas de ver la deuda como una sentencia y empiezas a verla como el resultado de patrones mentales, recuperas el poder. Ya no eres una víctima; te conviertes en un estratega.
El cambio empieza hoy, en tu mente
La deuda no se paga con dinero que no tienes. Pero puedes empezar a pagarla hoy mismo con la conciencia que sí posees.
El primer paso para salir del hoyo no es ganar más, es cambiar la historia que te cuentas sobre el dinero. Es dejar de culpar al sistema y empezar a preguntarte: «¿Qué está bajo mi control?«.
Recuerda siempre que la deuda no te define, pero tu forma de pensar sobre ella puede liberarte.
Hoy empieza el cambio. No en tu cuenta bancaria, sino en tu mente.
Espero que todo vaya bien, que todo vaya chévere. Es dura la vida, vibra bueno. #verygoodforlife.
Nos vemos o nos leemos, palabra. — Daury